El olivo es un árbol longevo. Prueba de ello son los espectaculares ejemplares que podemos encontrar a todo lo largo y ancho del mediterráneo. En la provincia de Tarragona, en Ulldecona, se encuentra el olivo que pasa por ser el más antiguo de España. Es un árbol que cuenta con más de 1700 años. No es el único que hay en España. También en muchas de las zonas olivareras podemos ver ejemplares que tienen o se aproximan a esa edad. Nos referimos a Mallorca, a la zona del Levante y a Andalucía fundamentalmente.
Estos árboles son auténticos monumentos naturales que deberíamos conservar por lo que representan. Todavía existen olivares en producción con olivos centenarios. Pero lo más rentable para los propietarios de estos árboles en los últimos tiempos es su venta para uso ornamental. Desde un punto de vista puramente productivo, el olivo puede alcanzar su máxima producción a los 150 años aproximadamente. Y puede mantener un nivel aceptable de producción incluso más allá de los 200 años.
A partir de ahí, con el paso de los años irá perdiendo su capacidad productiva. Pero el aceite de sus aceitunas es de una calidad excelente. La poda es más complicada en estos árboles que la que se puede hacer en las plantaciones nuevas. También la recolección será más cara debido a la mayor dificultad para mecanizar las labores de recogida. El olivo será más proclive a verse atacado por enfermedades y plagas por la gran cantidad de madera que acumula. Y otros muchos factores que unidos a la cada vez menor producción hacen que muchos propietarios se decidan por el arranque y la venta de los árboles para fines decorativos.
Pero no todos toman esa decisión. Son muchos los olivares de las provincias de Jaén y Córdoba, en su mayoría de la variedad Picual, que sobrevivieron a los arranques de las décadas de los 60 y 70 y que todavía hoy se mantienen en producción. Es meritorio el hecho de que esas explotaciones hayan apostado por mantener en pie estos olivares. Todavía son capaces de poner en el mercado excelentes aceites de calidad virgen extra. Algunos en cultivo ecológico y otros en cultivo convencional.
Por lo tanto, vemos que no todo es la producción a toda costa. En algunos casos se valora también la calidad y la conservación del patrimonio. Con esto no queremos que se entienda que no apoyamos la idea de maximizar la rentabilidad. Por supuesto que si lo hacemos. Pero hay que tener también en cuenta que muchas veces la mejor solución pasa por apostar no sólo por el factor producción. Nosotros queremos apostar también por la calidad y por el respeto a la naturaleza. Ese equilibrio puede ser la clave para conseguir el aceite de oliva virgen extra que producimos. Eso es lo que pretendemos al menos en nuestro caso. Con cultivo ecológico y con la variedad Picual.