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22 septiembre, 2018Una de las cosas que todos recordamos de nuestra infancia son las tormentas de verano. Unas veces vienen antes, otras después, pero raro es el año que no nos trae alguna. Las tradiciones populares han hecho suyos estos fenómenos meteorológicos veraniegos. Desde primeros de agosto hasta entrado septiembre, se observan los acontecimientos climáticos. Se registran y se analizan para después predecir lo que sucederá con el clima durante la campaña que comienza. Todo un reto. Bueno, dejando aparte nuestra opinión sobre el método y su validez, la verdad es que no deja de tener su atractivo esto de las llamadas cabañuelas.
El dato interesante aquí es que en los momentos de mayor calor, y cuando los olivos comienzan a experimentar estrés hídrico, las tormentas pueden ayudar bastante. Unos 20 o 30 litros, por ejemplo, en agosto o septiembre, vienen muy bien en un olivar de secano. Pero claro, a veces estos fenómenos pueden ser también dañinos. La lluvia intensa y en poco tiempo, puede ocasionar inundaciones y riadas que arruinen buena parte de la cosecha. Y si la lluvia se produce en forma de granizo, puede ser incluso peor.
Como afectan al olivar las tormentas de verano
Al final del verano, ya la aceituna ha alcanzado casi el tamaño que va a tener en su madurez, cuando llegue el envero. Estamos en plena lipogénesis. Es decir, se está fabricando el aceite dentro de las aceitunas. Por eso es un momento delicado. El olivo es una planta que resiste muy bien la sequía. Es capaz de aguantar un grado de estrés hídrico sin alterar sus procesos.
Pero llegado un momento de mucho estrés, puede comenzar a desprenderse de los frutos que no vaya a poder sacar adelante. Y cuando se ven las aceitunas arrugadas por falta de agua y las hojas arqueadas sobre su envés (ambas cosas forman parte de la estrategia del árbol contra la sequía) ya sabemos que el olivo está priorizando y ya no está fabricando aceite. Por eso, cuanto más largo y acusado sea el período de estrés hídrico, mayor será la pérdida en producción de aceite y en la calidad del mismo. Podríamos tener sólo aceite de oliva virgen en lugar de aceite de oliva virgen extra.
En resumen, tormentas de verano que rieguen sin hacer daño, pueden salvar la cosecha en años de sequía prolongada. Con un año bueno en lluvias y con una buena gestión del suelo, esta ayuda puede incluso, no ser necesaria. Sobre todo si las primeras lluvias de otoño no se hacen esperar y llegan a tiempo. Por lo que estamos viendo, de momento, el año responde a lo que podíamos esperar para que la cosecha sea razonable tanto en cantidad como en calidad.