La Perdiz en el Olivar
29 mayo, 2019Olivar Tradicional
12 junio, 2019En este blog hemos hablado en varias ocasiones de las fases vegetativas por las que pasa el olivo. Entre ellas, la inducción floral es de vital importancia. Las flores que vemos aparecer cada año y que posteriormente dan lugar al fruto vienen de un proceso que se inicia en el año anterior.
Entre los meses de julio y octubre de cada año tiene lugar lo que se denomina la iniciación floral. En este proceso se generan las yemas que posteriormente se diferenciarán entre yemas florales y yemas vegetativas. Esta diferenciación termina en el mes de febrero justo antes de que sean visibles los brotes de cada primavera. Las yemas aparecerán sobre madera de años anteriores y lo harán normalmente en las axilas de las hojas o en el ápice de los ramos.
El frío es importante para una buena inducción floral
En los meses de invierno, los árboles se toman un descanso. Es la parada invernal y en estos meses lo normal es que haga frío. Eso es precisamente lo que las yemas de flor necesitan para desarrollarse. Requieren que haya hecho suficiente frío. En cambio las yemas vegetativas no requieren tanto frío. Este es, de hecho, uno de los factores que pueden explicar altibajos en la producción entre unos años y otros. Hasta tal punto es importante esto, que incluso, entre los meses de octubre a febrero, pueden cambiar las yemas su orientación entre florales y vegetativas. Yemas que inicialmente habían sido inducidas como florales, pueden convertirse en vegetativas si no han tenido en el invierno suficiente frío.
Trabajamos siempre pensando en el medio y largo plazo
Como vemos, los acontecimientos que ocurran en un año, van a determinar la evolución en los años siguientes. Particularmente en lo que se refiere a la inducción floral. Esta característica del olivo nos obliga a trabajar con él siempre pensando en el medio y el largo plazo. Todo lo que le hagamos, lo va a recordar. Y el resultado lo veremos, normalmente, uno o dos años después de nuestra intervención.
El cultivo del olivo, pues, requiere paciencia y perseverancia. Es un árbol que sabe sufrir, que aguanta lo indecible pero que, a la larga, siempre entrega su fruto. Si pretendemos ver el resultado de nuestro trabajo de manera inmediata, la frustración está asegurada. Tendremos que dedicarnos a otra cosa. El olivar tiene sus tiempos y hay que respetarlos. Por eso, nuestra mejor guía serán siempre los conocimientos adquiridos y transmitidos de generación en generación.